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En el debate del 23 de septiembre pasado (con Neruda penando), iban a participar los cinco candidatos oficialmente inscritos; sin embargo, a última hora el abanderado del Movimiento Amplio Social (MAS), Alejandro Navarro Brain (“el cerebro de Chile”) depuso su candidatura y llamó a sus afiliados a apoyar a Marco Enríquez Ominami. Lo sorprendente es que meses antes, en una entrevista televisiva, Navarro había rechazado el programa de Ominami por considerarlo “de derecha” y sostuvo tajantemente que Ominami no era el candidato del pueblo sino de los medios de comunicación. En este viraje radical, vemos a las claras cómo el “flower-power” del gurú Fernando Flores tocó por desgracia a Alejandro Navarro, haciendo que éste, por arte de magia, se pasara a las filas del enemigo. Aunque lo correcto hubiera sido - después de este paso errático sin miramiento -que Alejandro Navarro Brain corriera a asilarse en la embajada de Bolivia o Venezuela, o pasase directamente a Gendarmería, en la que hallará de seguro un movimiento social más a su altura.
Si Alywin en 1990 inauguró la Transición sosteniendo que “el problema de Chile seguía siendo la pobreza”, hoy, casi veinte años después, el candidato de la derecha, Sebastián Piñera, se manda otra fracesita para el bronce y nos avisa que el problemón del país es la delincuencia. Arrate sugiere que los pobres no han tenido otra opción que la de hacerse delincuentes, debido a la desigualdad reinante y postula veladamente que éstos adquirieron sus mejores armas en el gobierno de su ex camarada Ricardo Lagos.
Del debate mismo surgió un Eduardo Frei demagogo y populachero, que a menudo se refirió más a la gestión de la presidenta Bachelet que a su propio programa de gobierno. ¿No querrá Frei tenerla de Primera Dama para el 2010, en desmedro de su esposa oficial?
Piñera, por su parte, no lo hizo tan mal. Se comportó tan demagógicamente como su homólogo de la Concertación e invocó el nombre de Dios, prometiendo por cada chileno un carabinero y, además, la construcción de cárceles gigantescas que se empezarán a llenar apenas él asuma la presidencia. ¿No estará pensando financiarlas con platas de la Teletón?
Marco Enríquez Ominami, en su calidad de díscolo, atacó sin cesar a sus mayores pero estuvo de todos modos, tenso y nervioso ante ellos. Este rebelde no parece tener una causa definida y prefiere aparecer ante la ciudadanía como independiente, por lo que la ambigüedad lo acecha constantemente, por lado y lado. En palabras del analista Leopoldo Lavín Mujica, “la figura del progresista-liberal Enríquez-Ominami, salió resquebrajada por el contraste entre la inflación de expectativas y su débil performance lingüística y comunicativa.”
Finalmente, creo que el más solvente y “verosímil” de todos ante las cámaras fue Jorge Arrate. Tranquilo e imperturbable, aprovechó cada minuto para difundir con claridad y precisión los puntos esenciales de su programa político. Como lo expresó Lavin Mújica, “Jorge Arrate planteó claro y firme, sin ambages, la necesidad de una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución política; trató al sistema político de podrido; prometió educación pública, laica y gratuita, así como perfeccionamiento y salarios dignos para los docentes; se comprometió con una cirugía mayor al sistema de salud y con protección social para los jubilados.”
El debate presidencial puede “re-vivirse” en las páginas de TVN o simplemente en YOUTUBE, donde un generoso usuario se dio el trabajo de compartimentarlo en nueve dantescas partes. Aquí les dejo la última.
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