
Que Rüdiger Safranski es un hombre más cerca del diálogo que de la perorata académica rígida y unidimensional, puede comprobarse también en el inaudito –y por eso mismo saludable- programa televisivo “EL CUARTETO FILOSÓFICO”, del canal alemán ZDF. Aquí, el estudio de televisión se ha convertido en un auténtico teatro de las ideas, animado por Safranski mismo y el filósofo Peter Sloterdijk. En la última edición del programa, el tema en discusión fue “La política del papa Benedicto XVI.”
¿Por qué Safranski es un verdadero maestro del ensayo? Porque es coloquial sin ser anecdótico y porque es enciclopédico sin aburrirnos ni aplastarnos con su conocimiento; al revés; sus libros son al mismo tiempo el retrato vivo de un filósofo y el fresco multifacético y orgánico de una época; todo, respaldado por investigaciones sumamente rigurosas. Recomiendo, pues, con mucho entusiasmo, la lectura de tres de sus ensayos dedicados a grandes filósofos europeos. Advierto que no es necesario abordarlos en orden cronológico; yo, por mi parte, empecé con “Nietzsche, biografía de un pensamiento” y seguí con el impresionante “Martín Heidegger, un maestro de Alemania” y en estos momentos estoy leyendo “Schopenhauer o los años salvajes de la filosofía”.
Por último ¿qué tienen de común estos tres cerebros? Que para hacerse filósofos tuvieron que pelearse con la familia. El padre de Heidegger había decidido de antemano para su hijo la carrera eclesiástica: Martincito sería cura católico de pueblo; el progenitor de Nietzsche ansiaba para su retoño algo parecido: Fredrich estudiaría teología y se nos haría pastor de oveja protestante sin salir de la aldea. ¿Y Schopenhauer? Según los planes, el joven Arthur estababa predestinado al mundo de los negocios, pues su padre soñaba para él una exitosa carrera de comerciante. Ah, la familia, la Sagrada Familia.
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