EL ARTE DE LA RESURECCIÓN, de Hernán Rivera Letelier, premio Alfaguara 2010
por MARÍA A. LEMA
Justo quince años después de la primera edición de "La Reina Isabel Cantaba Rancheras" y luego de tantas novelas con personajes inolvidables, Rivera nos vuelve a su desierto, esta vez a una mezcla de historia y fabulación, basada en un personaje nuestro, chilensis, pero de nuestra historia cotidiana, aquella de los pequeños acontecimientos que nadie consigna y que finalmente salen del recuerdo de la gente y se pierden en el olvido: la historia de Domingo Zárate Vega, el llamado Cristo del Elqui; polémico personaje que durante 22 años recorrió los caminos de Chile cumpliendo una sagrada promesa: predicar el evangelio.
El texto comienza con dos referencias importantes y contrapuestas sobre este personaje, los Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui, de Nicanor Parra y una carta escrita por el Obispo de La Serena , en 1931.
Diferentes narradores nos van adentrando, a través de los 29 capítulos que estructuran esta historia, en los avatares de este solitario, vilipendiado y a la vez alabado “… Cristito de conventillo…”, avatares que se entrecruzan con los de otros interesantes y bellos personajes, como Magalena (sic) Mercado, el Loco de la escoba, el vendedor de pájaros, etc. y con otros, que nos sorprenden saliendo de las páginas de sus anteriores novelas y se nos aparecen o son mencionados en ésta, como el mismo Vendedor de pájaros.
A medida que avanzamos en su lectura empezamos a detectar un claro paralelismo entre los sucesos que acontecen al Cristo de Elqui y ciertos pasajes bíblicos que van refrendando su apostólica vida y convenciéndolo de que su misión es de predicción divina.
Es curioso como este personaje del Cristo de Elqui nos remite a nuestras actuales campañas electorales, donde los candidatos, también recorriendo el país, van juntando electores y ofreciendo milagros que a muchos nos parecen un chiste de mal gusto, pero con la diferencia que al Cristo de Elqui le animaba un convencimiento absoluto de su santidad y con otra gran diferencia, las mentiras de estos políticos, no preocupan para nada a nadie, ni menos a nuestra Iglesia, como sí lo fue en los tiempos de Zárate.
Como en su novela “Santa María de las Flores Negras”, Rivera Letelier logra conciliar la historia verdadera de este personaje, consignada en sus propios libros y en los medios de prensa de la época, con las historias del día a día de sus personajes ficticios, empampados en ese bello y a la vez desolado desierto salitrero, donde siempre la realidad de hombres y mujeres será asombrosamente extraordinaria y desbordante y de donde este autor exprime a fondo la memoria de sus habitantes y la suya propia.
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