Sigo las presidenciales chilenas desde el exterior vía Internet. Una par de horas a la semana, navego por páginas de la prensa y la televisión nacionales para llegar a los hechos. No es fácil, porque a menudo hay que sortear el culo de alguna vedette argentina o hacerle el quite a algún video sobre la fiebre colocolina; ésta ultima, más peligrosa que la gripe porcina o que las embatidas marítimas del Niño. Descubro que Chile parece estar siempre de fiesta y que la política –de carnaval vestida como diría Machado- es una invitada más en la Casa de Remolienda de nuestra pechugona y bamboleante república.
Constato primeramente que Chile no es la España medieval de las Tres Culturas, ésa en la que cristianos, moros y judíos convivieron hasta el rompimiemto de 1492. Chile es, más bien, el País de las Tres Farándulas inequívocamente identificables como la farándula mediática, la farándula política y la farándula futbolera. Desde el exterior parecen un trío de amigas alegres y dicharacheras protegiéndose mutuamente y retroaliméntandose sin cesar; un amigo santiaguino me confirma esta intución al contarme el chiste que a estas alturas es vox populi en el país: se está jugando la "Copa Lan Chile", que a su vez es transmitida por Chilevisión; la gana Colo-Colo y su capitán recibe el trofeo de manos de Sebatián Piñera. ¿Habrá una síntesis diálectica más superior que ésta? Lo dudo.
Me doy cuenta enseguida que la farándula mediática chilena no es muy pluralista a la hora de cubrir las presidenciales; se le da tribuna siempre a los mismos protagonistas, quienes generalmente son sometidos casi al mismo cuestionario tan oficioso como adjetivo; así sucede, por ejemplo, en el programa Tolerancia Cero, cuyos genios siguen, en verdad, un guión muy estricto que consiste en acosar falsamente a sus entrevistados. ¿Es que el periodismo crítico consiste en ventilar dimes y diretes entre los actores políticos o copuchar latamente acerca de los mismos, relegando para los minutos finales la cuestión fundamental, es decir, los programas políticos frente a los cuales los chilenos deben tomar partido?
Así, de este cuchicheo mediático surgen los perfiles políticos con los que yo me he ido familiarizando en las últimas semanas.Sebastián Piñera –o Pirueta- sufre de centritis, que es la infección –muy contagiosa por cierto- que afecta a los políticos de derecha en tiempos de elecciones.Como lo sugiere su nombre, la centritis consiste en acercarse más y más al centro político; en la práctica, consiste en complacer al electorado con frasecitas para el bronce, con perogrulladas y obviedades igualmente memorables, pero pronunciadas de tal modo –y ahí está el aporte- que los potenciales votantes las perciben como dichas por primera vez. El cliché recupera su frescor y su emisor es el fresco que las dice ante una audencia virginal. Agrego que la centritis les ha rendido muy buenos frutos a algunos notables de la derecha internacional; pienso aquí en el español José María Aznar, que en su segundo mandato arrasó con los socialistas del PSOE y obtuvo mayoría absoluta en el parlamento. Lo mismo habría que decir del sueco Fredrik Reinfeldt, lider político conservador que en el 2006 le arrebató el poder a la socialdemocracia gracias a un sensatísimo y sistemático discurso de centro durante toda su campaña electoral. No sería raro que Piñera se esté haciendo asesorar por el equipo que estuvo detrás del éxito de estos dos conspicuos caballeros de la derecha política europea. Ojo, pues, con la centritis; no vaya a ser cosa que este Piñera o Pirueta se lleve el triunfo con un 60% en la primera vuelta y deje a medio mundo varado en la vereda tropical cadenciosamente dirigida a las presidenciales del 2018.
Del empresario Eduardo Frei hijo no sabría qué decir salvo que durante muchos años sospeché que su sueño político real era ser EX presidente de Chile, para lo cual se vio obligado a pasar por el calvario de tener que ser presidente; ahora, cuando lo veo de candidato una vez más, le pido disculpas; este hombre de negocios tiene un genuino deseo de llegar a ser Primer Mandatario sin ninguna segunda intención.
En cuanto al jovencito de la película, Enríquez Ominami, al escucharlo tuve la impresión de estar al frente de un dirigente estudiantil; no de los pingüinos exactamente sino de una de nuestras tantas Academias Superiores, incluida la de guerra. En todo caso, y sin ninguna duda, Ominami es la figura epónima de este otro fenómeno en el Chile típico del smog naciente: la teledemocracia y sus díscolos rayados. Que quede claro: este cineasta y filósofo ganará votos, y si triunfa, gobernará a distancia, desde su celular.
De los otros dos candidatos –Arrate y Navarro- no me puedo pronunciar con rigurosidad, puesto que sólo recién me he enterado de que también formaban parte de la contienda electoral. Sin embargo, con Arrate los chilenos parecen haber recuperado el Siglo de La Luces y,con ello, los rumores-aunque no de sables- de la Revolución Francesa. Navarro, en cambio, ha puesto más el acento en la contemporaneidad y su internacionalismo es mucho más localista, puesto que guarda similitudes con el bolivarianismo de Chávez y con el movimiento social puesto en marcha en Boilivia por Evo Morales. Alejandro Navarro es el polo opuesto de la teledemocracia representada por Ominami; si a éste le basta con pasearse sonrientemente por las pantallas de la sofocante farándula mediática, a Navarro le asalta el imperativo de revovar la política de izquierda volviemdo a las fuentes quen le dan sentido: el pueblo.
A pesar de no ser candidato presidencial, el gestor y empresario Fernando Flores merece aquí un acápite especial.
De partida, Flores me sorprendió por su blog, Abriendo mundos, en el que deja testimonio de su voluptuosa capacidad de lector. Impresiona que un senador de la república tenga tanto tiempo para leer. Uno se pregunta: A qué hora duerme; y no sólo eso: a qué hora se ocupa de la política, de los problemas de su región.Desde la distancia, Flores parece un flamante becario de la república dedicado a reseñar libros en su página web y a viajar por Estados Unidos. Virtualidad y Realidad, las dos excelencias de este pájaro bilingüe. Ahora bien, ¿qué pretende Flores con su canción? Intuyo que desde ella quiere ser el killer que, de la mano de Bill Gates, nos matase microsoftly with his song. O sea, suavecito. Para un observador imparcial como yo –los chilenos en el exterior no tenemos derecho a voto- el conglomerado CHILE PRIMERO da la impresión de ser no un movimiento popular sino un colegio profesional obcecado por la idea de que la renovación de la política pasa por el uso de las Nuevas Tecnologías, por la invención del software de salvación nacional. Yo creo que, a pesar de sus fogonazos, no hay claridad en la caverna de Mc Luhan; por el contrario, opino que la era digital borra huellas en TODAS partes; por eso es global.
Hasta una próxima.
Constato primeramente que Chile no es la España medieval de las Tres Culturas, ésa en la que cristianos, moros y judíos convivieron hasta el rompimiemto de 1492. Chile es, más bien, el País de las Tres Farándulas inequívocamente identificables como la farándula mediática, la farándula política y la farándula futbolera. Desde el exterior parecen un trío de amigas alegres y dicharacheras protegiéndose mutuamente y retroaliméntandose sin cesar; un amigo santiaguino me confirma esta intución al contarme el chiste que a estas alturas es vox populi en el país: se está jugando la "Copa Lan Chile", que a su vez es transmitida por Chilevisión; la gana Colo-Colo y su capitán recibe el trofeo de manos de Sebatián Piñera. ¿Habrá una síntesis diálectica más superior que ésta? Lo dudo.
Me doy cuenta enseguida que la farándula mediática chilena no es muy pluralista a la hora de cubrir las presidenciales; se le da tribuna siempre a los mismos protagonistas, quienes generalmente son sometidos casi al mismo cuestionario tan oficioso como adjetivo; así sucede, por ejemplo, en el programa Tolerancia Cero, cuyos genios siguen, en verdad, un guión muy estricto que consiste en acosar falsamente a sus entrevistados. ¿Es que el periodismo crítico consiste en ventilar dimes y diretes entre los actores políticos o copuchar latamente acerca de los mismos, relegando para los minutos finales la cuestión fundamental, es decir, los programas políticos frente a los cuales los chilenos deben tomar partido?
Así, de este cuchicheo mediático surgen los perfiles políticos con los que yo me he ido familiarizando en las últimas semanas.Sebastián Piñera –o Pirueta- sufre de centritis, que es la infección –muy contagiosa por cierto- que afecta a los políticos de derecha en tiempos de elecciones.Como lo sugiere su nombre, la centritis consiste en acercarse más y más al centro político; en la práctica, consiste en complacer al electorado con frasecitas para el bronce, con perogrulladas y obviedades igualmente memorables, pero pronunciadas de tal modo –y ahí está el aporte- que los potenciales votantes las perciben como dichas por primera vez. El cliché recupera su frescor y su emisor es el fresco que las dice ante una audencia virginal. Agrego que la centritis les ha rendido muy buenos frutos a algunos notables de la derecha internacional; pienso aquí en el español José María Aznar, que en su segundo mandato arrasó con los socialistas del PSOE y obtuvo mayoría absoluta en el parlamento. Lo mismo habría que decir del sueco Fredrik Reinfeldt, lider político conservador que en el 2006 le arrebató el poder a la socialdemocracia gracias a un sensatísimo y sistemático discurso de centro durante toda su campaña electoral. No sería raro que Piñera se esté haciendo asesorar por el equipo que estuvo detrás del éxito de estos dos conspicuos caballeros de la derecha política europea. Ojo, pues, con la centritis; no vaya a ser cosa que este Piñera o Pirueta se lleve el triunfo con un 60% en la primera vuelta y deje a medio mundo varado en la vereda tropical cadenciosamente dirigida a las presidenciales del 2018.
Del empresario Eduardo Frei hijo no sabría qué decir salvo que durante muchos años sospeché que su sueño político real era ser EX presidente de Chile, para lo cual se vio obligado a pasar por el calvario de tener que ser presidente; ahora, cuando lo veo de candidato una vez más, le pido disculpas; este hombre de negocios tiene un genuino deseo de llegar a ser Primer Mandatario sin ninguna segunda intención.
En cuanto al jovencito de la película, Enríquez Ominami, al escucharlo tuve la impresión de estar al frente de un dirigente estudiantil; no de los pingüinos exactamente sino de una de nuestras tantas Academias Superiores, incluida la de guerra. En todo caso, y sin ninguna duda, Ominami es la figura epónima de este otro fenómeno en el Chile típico del smog naciente: la teledemocracia y sus díscolos rayados. Que quede claro: este cineasta y filósofo ganará votos, y si triunfa, gobernará a distancia, desde su celular.
De los otros dos candidatos –Arrate y Navarro- no me puedo pronunciar con rigurosidad, puesto que sólo recién me he enterado de que también formaban parte de la contienda electoral. Sin embargo, con Arrate los chilenos parecen haber recuperado el Siglo de La Luces y,con ello, los rumores-aunque no de sables- de la Revolución Francesa. Navarro, en cambio, ha puesto más el acento en la contemporaneidad y su internacionalismo es mucho más localista, puesto que guarda similitudes con el bolivarianismo de Chávez y con el movimiento social puesto en marcha en Boilivia por Evo Morales. Alejandro Navarro es el polo opuesto de la teledemocracia representada por Ominami; si a éste le basta con pasearse sonrientemente por las pantallas de la sofocante farándula mediática, a Navarro le asalta el imperativo de revovar la política de izquierda volviemdo a las fuentes quen le dan sentido: el pueblo.
A pesar de no ser candidato presidencial, el gestor y empresario Fernando Flores merece aquí un acápite especial.
De partida, Flores me sorprendió por su blog, Abriendo mundos, en el que deja testimonio de su voluptuosa capacidad de lector. Impresiona que un senador de la república tenga tanto tiempo para leer. Uno se pregunta: A qué hora duerme; y no sólo eso: a qué hora se ocupa de la política, de los problemas de su región.Desde la distancia, Flores parece un flamante becario de la república dedicado a reseñar libros en su página web y a viajar por Estados Unidos. Virtualidad y Realidad, las dos excelencias de este pájaro bilingüe. Ahora bien, ¿qué pretende Flores con su canción? Intuyo que desde ella quiere ser el killer que, de la mano de Bill Gates, nos matase microsoftly with his song. O sea, suavecito. Para un observador imparcial como yo –los chilenos en el exterior no tenemos derecho a voto- el conglomerado CHILE PRIMERO da la impresión de ser no un movimiento popular sino un colegio profesional obcecado por la idea de que la renovación de la política pasa por el uso de las Nuevas Tecnologías, por la invención del software de salvación nacional. Yo creo que, a pesar de sus fogonazos, no hay claridad en la caverna de Mc Luhan; por el contrario, opino que la era digital borra huellas en TODAS partes; por eso es global.
Hasta una próxima.
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