Con esta nota quisiera presentar al lector la música sefardí; más concretamente, su repertorio popular.
Colecciono música sefardí desde hace más de veinte años y me he preocupado de leer sobre el tema regularmente.
Los hispanohebreos expulsados en 1492 de España se desperdigaron en varias direcciones: unos, a Portugal y Holanda; otros, al norte de Africa, especialmente Marruecos, Argelia y Túnez. Hubo familias que partieron aún más lejos: Turquía, Grecia y a lo que es hoy Bosnia Herzegovina.
Cuando escuchamos música sefardí, notamos enseguida que ésta ha asimilado, en alguna medida, la tradición del país de acogida, ya sea porque se adoptan sus ritmos o se incorpora uno o más instrumentos del nuevo territorio. El repertorio musical sefardí sale así enriquecido; obviamente oímos las letras cantadas en ladino, siempre evocadoras, pero ahora dinamizadas por bellos toques de música griega, turca o árabe.
Mi primera experiencia con la música sefardí fue el disco “Songs of the Sephardim",del grupo neoyorquino La Rondinella. Aquí, el acercamiento a este repertorio es más bien clásico, como si de música seria se tratara;pero no hay rebuscamiento:el acompañamiento es sobrio y la notable interpretación de la solista Alice Kosloski se encarga de preservar el hondo lirismo popular de este repertorio, sobre todo cuando nos canta Yo me enamoré de un aire o En la mar hay una torre.
Con el tiempo, descubrí a mi amadísima Françoise Atlan, solista franco-argelina que también cultiva la música arabigo-andalusí.
En su primer disco, “Romances sefardíes, entre la rosa y el jazmín”, Françoise nos acerca al repertorio sefardí acompañada por un trío compuesto de percusión, laúd y flauta. Con este fino trabajo, Francoise Atlan demuestra que la lírica popular no es un supuesto fantasma que recorre la literatura o la música sino un fenómeno de palpable existencia; aunque esto ya lo había demostrado la señora Margit Frenk en su preciosa antología “Lírica española de tipo popular” (Cátedra, 2001).
De la parte griega, es imprescindible escuchar a la grandiosa Savina Yannatou, a quien tuve la suerte de oír el año pasado en la sinagoga de Estocolmo, dentro del programa del festival de músicas del Mediterráneo y del Medio Oriente. Su disco “Primavera en Salonico”, de 1995, nos sitúa frente a las versiones más hermosas del repertorio sefardí, en especial el inolvidable tema Ya salió de la mar la galana.
Ahora, si nos trasladamos a Bosnia Herzegovina, nos encontraremos con la notable Flory Jagoda, uno de mis intérpretes preferidos dentro de la música sefardí. Flory no sólo recrea con su canto el repertorio tradicional sino que además compone sus propias canciones, como lo comprobamos en los discos “La nona kanta” y “Memories of Sarajevo: judeo-spanish songs from Yugoslavia”. Siguiendo este enlace, los lectores podrán escuchar a Flory Jagoda en la Librería del Congreso, en Washington, Estados Unidos, país en el que reside actualmente.
Colecciono música sefardí desde hace más de veinte años y me he preocupado de leer sobre el tema regularmente.
Los hispanohebreos expulsados en 1492 de España se desperdigaron en varias direcciones: unos, a Portugal y Holanda; otros, al norte de Africa, especialmente Marruecos, Argelia y Túnez. Hubo familias que partieron aún más lejos: Turquía, Grecia y a lo que es hoy Bosnia Herzegovina.
Cuando escuchamos música sefardí, notamos enseguida que ésta ha asimilado, en alguna medida, la tradición del país de acogida, ya sea porque se adoptan sus ritmos o se incorpora uno o más instrumentos del nuevo territorio. El repertorio musical sefardí sale así enriquecido; obviamente oímos las letras cantadas en ladino, siempre evocadoras, pero ahora dinamizadas por bellos toques de música griega, turca o árabe.
Mi primera experiencia con la música sefardí fue el disco “Songs of the Sephardim",del grupo neoyorquino La Rondinella. Aquí, el acercamiento a este repertorio es más bien clásico, como si de música seria se tratara;pero no hay rebuscamiento:el acompañamiento es sobrio y la notable interpretación de la solista Alice Kosloski se encarga de preservar el hondo lirismo popular de este repertorio, sobre todo cuando nos canta Yo me enamoré de un aire o En la mar hay una torre.
Con el tiempo, descubrí a mi amadísima Françoise Atlan, solista franco-argelina que también cultiva la música arabigo-andalusí.
En su primer disco, “Romances sefardíes, entre la rosa y el jazmín”, Françoise nos acerca al repertorio sefardí acompañada por un trío compuesto de percusión, laúd y flauta. Con este fino trabajo, Francoise Atlan demuestra que la lírica popular no es un supuesto fantasma que recorre la literatura o la música sino un fenómeno de palpable existencia; aunque esto ya lo había demostrado la señora Margit Frenk en su preciosa antología “Lírica española de tipo popular” (Cátedra, 2001).
De la parte griega, es imprescindible escuchar a la grandiosa Savina Yannatou, a quien tuve la suerte de oír el año pasado en la sinagoga de Estocolmo, dentro del programa del festival de músicas del Mediterráneo y del Medio Oriente. Su disco “Primavera en Salonico”, de 1995, nos sitúa frente a las versiones más hermosas del repertorio sefardí, en especial el inolvidable tema Ya salió de la mar la galana.
Ahora, si nos trasladamos a Bosnia Herzegovina, nos encontraremos con la notable Flory Jagoda, uno de mis intérpretes preferidos dentro de la música sefardí. Flory no sólo recrea con su canto el repertorio tradicional sino que además compone sus propias canciones, como lo comprobamos en los discos “La nona kanta” y “Memories of Sarajevo: judeo-spanish songs from Yugoslavia”. Siguiendo este enlace, los lectores podrán escuchar a Flory Jagoda en la Librería del Congreso, en Washington, Estados Unidos, país en el que reside actualmente.
Finalmente, los dejo con Janet y Jak Esim, de Turquía. Son de los intérpretes que más me gustan; recuerdo que los descubrí en 1992, gracias al disco “Sefardim 1: songs of spanish jews from Turkey", del sello alemán Feuer und Eis. Milagrosamente, encontré hace un tiempo en el Tubo esta hermosísima canción. Hasta una próxima.
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