He sido lector persistente de Juan Goytisolo desde mis lejanos años de juventud, en especial de su obra ensayística, a la cual ingresé leyendo el enjundioso volumen “DISIDENCIAS”, de 1978, aunque tampoco me olvido de “ EL FURGÓN DE COLA”, obra igualmente incisiva y reveladora. Quien lea al Goytisolo ensayista, prepárese para adentrarse en una visión no canónica de la literatura y en una revisión heterodoxa, documentada y sin concesiones de la cultura hispánica, en su sentido más amplio. Dejo aquí una pequeña bibliografía goytisoliana representativa de los últimos veinte años de su labor crítica y narrativa:
Cuaderno de Sarajevo (1994) El bosque de las letras (1995) Las semanas del jardín (1997) De la ceca a la Meca (1997) Cogitus interruptus (1999) Carajicomedia (2000) El exiliado de aquí y de allá (2008)
Y ahora a la interesantísima entrevista de Radio Nederland:
Culmina hoy la décimosexta edición del Festival de Músicas Sacras del Mundo, con sede en la ciudad marroquí de Fez. Este año el punto culminante ha sido el espectáculo brindado por el Ballet Real de Camboya, cuya magnífica actuación se puede ver en el siempre generoso canal franco-germano Arte Live Web.
Para adentrarse aún más en este tipo de danza, reproduzco a continuación un ilustrativo artículo de la Unesco:
"Famoso por los gestos gráciles ejecutados con las manos y por sus magníficos trajes, el Ballet Real de Camboya (también llamado danza clásica jemer) está estrechamente asociado a la corte jemer desde hace más de mil años. Sus representaciones acompañaban tradicionalmente las ceremonias reales y diversos acontecimientos como coronaciones, bodas, funerales o fiestas jemeres. Esta forma de arte, que estuvo a punto de ser aniquilada en los años setenta, es venerada por los camboyanos del mundo entero.
Cuenta la leyenda que el ballet es tan antiguo como los mismos jemeres. Las primeras representaciones de bailarines esculpidas, como las que ornamentan los famosos templos de Angkor, aparecieron ya en el siglo IX. La danza, a la que se confiere una función sagrada y simbólica, encarna los valores tradicionales de refinamiento, respeto y espiritualidad. Su repertorio perpetúa las leyendas asociadas a los orígenes del pueblo jemer.
Por consiguiente, los camboyanos han considerado desde siempre esta tradición como el emblema de la cultura jemer. En el repertorio clásico se distinguen cuatro tipos de personajes: la mujer, Neang; el hombre, Neayrong; el gigante, Yeak; y el mono, Sva. Cada uno posee colores, trajes, maquillaje, máscaras y gestos distintivos. Esas posturas y gestos codificados, cuyo dominio requiere años de formación intensiva, evocan toda la gama de las emociones humanas, desde el miedo y la cólera hasta el amor y la alegría.
Las representaciones están acompañadas por una orquesta de música sacra, al tiempo que un coro femenino va comentando la acción y poniendo de relieve las emociones que miman los bailarines. No es sorprendente que estos selectos bailarines fueran considerados como los mensajeros de los reyes ante los dioses y los antepasados.
El Ballet Real casi dejó de existir bajo el régimen represivo de los jemeres rojos, que exterminaron a casi todos los maestros de baile y de música. Inmediatamente después de la derrota de Pol Pot en 1979, resurgieron los grupos de baile y se reanudaron las representaciones del antiguo repertorio. El baile clásico, asociado de nuevo al rey y a la religión de Camboya, desempeñó un papel crucial en la reconstrucción de la identidad nacional.
En los últimos años, el ballet casi ha llegado a recobrar el esplendor de antaño, pero se enfrenta a numerosas dificultades, como la falta de dinero y de lugares para las representaciones, la competencia de los media modernos y el riesgo de convertirse en una mera atracción turística. Sólo algunos maestros aún vivos poseen un conocimiento profundo de todos los aspectos de esta rica tradición."
He aquí que he visto recientemente dos valiosos documentales que me veo en la obligación de recomendar. El primero de ellos se llama “Música cubana–The sons of Havana” y pertenece al director German Kral. El film es un homenaje a la vieja guardia de la música cubana personificada en este caso por el solista Pío Leyva. Sin embargo, la película también es un saludo de bienvenida a la nueva generación de músicos de la isla, encarnada en figuras como Osdalgia, Telmary Díaz o El Nene.
El segundo documental nos lleva a terrenos que nada tienen que ver con la música; se trata, por el contrario, de una película que nos traslada al desgarrador mundo de la violencia política en Colombia; me refiero naturalmente a la película “Los pecados de mi padre”, del director Nicolás Entel, y que tiene como protagonista a Sebastián Marroquín, hijo del fallecido narcotraficante Pablo Escobar, acribillado en 1993. En su artículo “Pecados de mi padre”, publicado en el País Digital, el escritor Mario Vargas Llosa comenta:
“Porque la confesión del joven protagonista de este documental, más que un testimonio sobre el horror y la sangre en que transcurrió su vida y la de su madre y su hermanita menor -los tres sobrevivieron de milagro a un atentado de enemigos de su padre que hicieron explotar el edificio Mónaco, donde vivían, con 700 kilos de dinamita-, es la radiografía más persuasiva y más dramática del fenómeno de la violencia que vivió Colombia en los años 80 y los 90 por las guerras entre carteles de la droga y las que libraban todos ellos con las fuerzas del orden.”
Según la enciclopedia Wikipedia no empastada, el vallenato es un género musical autóctono de la Costa Caribe colombiana, aunque su popularidad se ha extendido hoy a todas las regiones del país y países vecinos como Venezuela, Panamá y Ecuador. Se interpreta tradicionalmente con tres instrumentos: el acordeón diatónico, la guacharaca y la caja (tambor pequeño de cuero de chivo). Los ritmos o aires musicales del vallenato son el paseo, el merengue, la puya, el son y la tambora.
La siguiente selección de canciones que espero les guste, proviene de uno de los sitios colombianos más parranderos de Internet: El Festival de la Leyenda Vallenata, cuya cuadragésima tercera edición contó con la presencia del Nobel de Literatura, Gabriel García Márquéz. Gabo, tan dicharachero como de costumbre, agradeció la invitación al Festival con las siguientes palabras: “Reafirmo mi amor por el folclor vallenato al cual he estado ligado toda mi vida y les recuerdo a los presentes que mi novela 'Cien años de soledad' es un vallenato de 350 páginas al que sólo le he puesto una letra extensa.”
Ya he recomendado con anterioridad la página "OTRO CANAL", que reúne las entrevistas del profesor de literatura y animador cultural Cristián Warnken, creador del programa "UNA BELLEZA NUEVA". Aquí les pongo tres de mis favoritas. Dos diálogos substanciosos con el cineasta Raúl Ruiz y una no menos medular entrevista al poeta y fotógrafo Claudio Bertoni. Hasta una próxima.
Confieso medio avergonzado que el escritor polaco Bruno Schulz me penó tres veces antes de que yo lo empezara a tomar en serio. La primera, en Francia, cuando lo descubrí en el Museo Judío de París con motivo de una exposición sobre escritores y artistas polacos de la preguerra. En aquella muestra figuraba también Witold Gombrowicz, quizás el escritor más famoso y reputado de su generación. Los dibujos de Schulz se me quedaron grabados en la memoria pero no así su literatura. La segunda aparición fantasmal de Schulz ocurrió en Estocolmo; recuerdo entonces que una compañía de teatro local había hecho una dramatización de sus textos, proclamando su estreno a los cuatro vientos. Pero no asistí. Tampoco busqué sus libros. El tercer y último momento schultziano-epifánico aconteció en Internet, a propósito de una búsqueda que nada tenía que ver con el escritor polaco. Pero quién sabe cómo, llegué a él y entonces me dije: este señor, que me anda persiguiendo, quiere algo conmigo; por lo demás, nada de misterioso, pues lo que un escritor pide siempre es ser leído, nada más. Me puse entonces en campaña y acudí a librerías y bibliotecas en busca de sus libros. Así, pude leer dos de sus maravillas: “Las tiendas de canela fina” y “El sanatorio de la clepsidra”, traducidas al castellano por Ediciones Maldoror.
“El otoño al acecho”, uno de los retratos más vivos de la personalidad y obra de Schulz, está firmado por Adam Zagajewski, cuya semblanza del escritor polaco fuera divulgada en su día por el extinto boletín LA QUINTA DE RECREO, el que hoy ante notario ha autorizado su reproducción es este blog. Aquí está, pues, en persona, Bruno Schulz, inspirador secreto, entre otros, de nuestro Roberto Bolaño, quien lo nombra un par de veces en la biografía del infame aviador y poeta, Ramírez Hoffmann.
EL OTOÑO AL ACECHO
El tímido y menudo profesor de dibujo y manualidades del instituto de secundaria de Drohobycz había saboreado unos cuantos momentos dulces de fama literaria antes de morir, en noviembre de 1942, de un disparo de un miembro de las SS en una calle de su ciudad natal. Si olvidamos por un instante su trágica muerte, su carrera recuerda a la de los escritores de otros países o continentes. Un autodidacta de provincias empieza a escribir y a dibujar para sí mismo y para un puñado de amigos íntimos. Se cartea con artistas desconocidos y principiantes como él, con quienes comparte sus sueños, pensamientos y proyectos. Cada vez que conoce a alguien que tiene acceso al mundo artístico real, a las editoriales reales y a los escritores famosos, se muestra temeroso y zalamero, como en las cartas que dirigió al profesor Szuman (a quien vi alguna vez en Cracovia en los años sesenta: un anciano psicólogo obligado por razones políticas a romper por completo y de forma prematura con la universidad)
Luego, gracias sobre todo a la influencia de la eminente escritora Zofia Nalkowska, el profesor de dibujo con talento se convierte en la sensación literaria de la temporada y entre los destinatarios de sus cartas aparecen de repente los nombres de las figuras más relevantes de la escena cultural polaca de preguerra: Stanislaw Ignacy Witkiewicz (Witkacy), Julian Tuwim o Witold Gombrowicz. Schulz llega a conocer a Boleslaw Leśmian, un poeta al que admira. Mantiene una breve aventura amorosa con Nalkowska. Visita Varsovia, en cuyos salones literarios se introduce calladamente, como siempre, y sin ninguna pretensión. Allí capta una imagen del ambiente literario de la Varsovia anterior a la Segunda Guerra Mundial: los cafés y apartamentos elegantes en los que, por el momento y en igualdad de condiciones, se encuentran las futuras víctimas de dos totalitarismos y quienes en la posguerra llegarán a ser los funcionarios de una literatura nacionalizada. Witkacy se quitará la vida en septiembre de 1939 tras la invasión de los territorios orientales de Polonia por parte del Ejército Rojo. Gombrowicz partirá hacia Argentina. Tuwim hacia Estados Unidos. Nalkowska y Tadeusz Breza acabarán siendo representantes del aparato literario comunista.
Pero el Schulz famoso y reconocido no abandonará la correspondencia con sus amistades menos ilustres, sobre todo si son mujeres. Escribirá largas cartas a Debora Vogel, Romana Halpern y Anna Plockier, todas las cuales perecerán en diferentes episodios del Holocausto.
Schulz publicó sus obras con los mejores editores y en el semanario más destacado, Wiadomości Literackie (Novedades literarias) y fue atacado por los críticos de las dos vertientes del espectro político: por los agresivos críticos marxistas, que lo atacaban por no ser realista, y por los propagandistas de la extrema derecha, que lo acusaban de ser demasiado judío; pero su posición no quedó debilitada por estas incursiones enemigas. Schulz, que como artista era un poeta y un bardo de provincias, en el mundo literario recibió, paradójicamente, el apoyo y la protección de los exponentes de la corriente política y literaria dominante. Sus viajes a la Varsovia hegeliana (¿acaso no son hegelianos todos los capitalistas?) se convirtieron en otra fuente de tensión en su vida y su pensamiento. Claro que las lumbreras de la capital tenían cierto atractivo. En una de sus cartas, por ejemplo, señala que ha conocido al famoso director Ryszard Ordyński, pero regresa aliviado a su pequeña Drohobycz. Se plantea la posibilidad de trasladarse a Varsovia, pero siempre regresa a su ciudad natal. Los destinatarios menos famosos de las cartas de Schulz solían ser personas con conflictos de identidad profundamente arraigados, personas que, de vez en cuando, quedaban suspendidas en un estadio intermedio entre la enfermedad y la salud, que vacilaban entre dos lenguas (el yiddish y el polaco), que no estaban seguras de haber acertado con su opción artística y que experimentaban la misma atracción por la música y la pintura que por la literatura. Estaban unidos a Schulz porque él tampoco estaba seguro de su elección entre las artes gráficas y la prosa, entre la vida familiar y la soledad creadora, entre la literatura polaca y la alemana (adoraba a Rilke y a Mann), entre Drohobycz y Varsovia. Sin embargo, partiendo de estas contradicciones e indefiniciones, Schulz fue capaz de alumbrar una visión soberana, evocadora y personal. Incluso a finales de los años treinta, cuando la Academia Polaca de Literatura le concedió el Laurel de Oro, Schulz todavía comprendía bien a sus insatisfechos, híbridos y heridos interlocutores epistolares. Adquirió celebridad, cumplió con el rito de peregrinar a París e impulsó la traducción de sus narraciones a otras lenguas, pero durante todo ese tiempo siguió manteniendo de buena gana sus contactos epistolares, ya que los dilemas y conflictos de sus interlocutores eran un emblema de lo periférico, de todo cuanto hay de fronterizo y provinciano, y Schulz necesitaba mantenerse vinculado a las provincias tanto como el aire que respiraba.
Sólo había una cosa que defendía con una ferocidad y crudeza fabulosas: el sentido y la envergadura del mundo espiritual. Cuando en una carta escrita con muy mal genio a petición de una revista literaria, su antiguo aliado Witold Gombrowicz le atacó diciendo que para la consabida «esposa del médico de la calle Wilcza», de clase media, el universo artístico de las narraciones de Schulz tal vez no tuviera visos de realidad y que, para ese mismo personaje ultrasensato, el autor de Las tiendas de color canela estaba «simplemente fingiendo», Schulz le contestó con dureza y decisión. El valor del universo espiritual puede verse mermado por la depresión, la desesperación, la duda o el ataque de un crítico malicioso, pero no por la legendaria «esposa del médico de la calle Wilcza». Aquí se separaron las sendas de los dos amigos. A Gombrowicz le fascinaba la cuestión del valor del arte tal como lo entendían los filisteos, los bobalicones y los idiotas; fue capaz de contemplar la literatura desde fuera y de indagar en su condición sociológica. Schulz, por el contrario, vivió en el interior de una precaria torre de marfil (¿de canela?) y se mostraba reacio a abandonarla ni siquiera por un instante.
A menudo las cartas de Schulz vuelven sobre el motivo clásico del esfuerzo necesario para mantener la tensión de una vida interior que se ve amenazada sin cesar por unas circunstancias externas triviales y por la melancolía. Al igual que muchos otros artistas, Schulz confió a los destinatarios de sus misivas otro tema universal: las dudas sobre el destino de su propia obra. Hoy día observamos el destino de Bruno Schulz desde la perspectiva de su absurda muerte en el gueto de Drohobycz, ya que la sombra de esta muerte se proyecta sobre la totalidad de su existencia. Pero en su vida hubo muchas cosas normales y corrientes. La más extraordinaria fue sin duda su talento, esa maravillosa capacidad para trasmutar lo ordinario en cautivador. Y es precisamente aquí, como sucede en el caso de muchos escritores, donde se localiza la angustia de Schulz: en el miedo a carecer de tiempo o de inspiración, a que lo devorara la agonía de la docencia diaria. ¿Quién fue Bruno Schulz «sociológicamente hablando»? En su prosa, la Drohobycz provinciana se transformó en una especie de Bagdad oriental, una ciudad exótica sacada de Las mil y una noches. Su vida, tocada por esa misma varita mágica, se resiste también a ser catalogada. Si no hubiera escrito ni dibujado, habría sido sólo un profesor de manualidades melancólico, judío y de clase media, el desventurado vástago de una familia de comerciantes, un soñador que escribía largas cartas a otros soñadores. Pero como escribió y dibujó con tanta soltura, dejó atrás la sociología; dejó atrás incluso ese peculiar estrato social típico de la Polonia de entreguerras: la intelectualidad, o esa parte de la intelectualidad que no pudo o no quiso sumarse a la vida del país, que no fue aceptada por la realidad provisional de la Segunda República (a la que tampoco aceptó) y que a veces anhelaba la materialización de una utopía política de izquierdas.
La utopía de Schulz no nos obliga a esperar su advenimiento; habitaba en su imaginación, en su pluma, en sus epítetos y sus sinécdoques. No existe ninguna clave oculta en la obra de Schulz. Casi todo está dicho en sus narraciones, incluida la obsesión erótica, de la que se ocupa con la familiaridad y la intimidad con la que otros se ocupan de su fiebre del heno o sus migrañas. La mayor parte de las veces, la prosa de Schulz reacciona a estímulos de naturaleza puramente poética; si tuviéramos que anotar las preguntas a las que quiso «responder» artísticamente, serían las formuladas por un poeta metafísico deseoso de conocer cuál es la esencia de la primavera, de un árbol o de una casa. A la hora de abordar los temas, la suya es una franqueza imponente, una pasión avasalladora en busca de las respuestas últimas. Su prosa nace de la tensión neorromántica, antipositivista y antinaturalista de la literatura, inspirada en parte por Bergson y Nietzsche, pero que en realidad era una respuesta a la visible preeminencia real y creciente de las ciencias duras.
En Europa Central, esta tensión neorromántica, que aspiraba a cierta especie de religión indefinida a pesar del hecho de que Dios había «muerto», dio a luz a muchos poetas y escritores tocados por una fiebre metafísica; fueron los autores de tratados místicos y novelas que se arrojaban al misterio de hallarse ante la auténtica primera página de sus obras. No es preciso decir que muchos de quienes participaron de este movimiento metafísico sufrieron una derrota artística. Quienes fueron autores tardíos, más lentos y más pacientes que el resto, a veces triunfaron, a veces consiguieron crear su propio lenguaje, su propio método, su propia metafísica privada. Entre los veteranos de la crisis neorromántica, que alcanzó su apogeo con el cambio de siglo, se encontraban escritores europeos tan sobresalientes como Robert Musil e incluso Rilke, que concluyó sus Elegías de Duino en otra época muy distinta: cuando ya había hecho su aparición en París ese emisario del espíritu del jazz, el deporte y el laconismo que fue Ernest Hemingway.
Llegar tarde puede ser una virtud, y lo fue sin duda en el caso de Schulz, exactamente igual que Witkacy y Leśmian tuvieron la fortuna de aparecer en la literatura polaca después de su tiempo. No obstante, el caso de Schulz es diferente: en su obra, la tendencia metafísica e imaginativa encuentran un contrapeso real bajo la forma de una realidad geográfica y familiar concreta, que el autor de Sanatorio bajo la clepsidra dibuja a raudales, como si recordara que la literatura está hecha de cuerpo y alma y que el anhelo neorromántico de los elementos definitivos y absolutos del mundo debiera contraponerse con un ser duro, implacable, provinciano y peculiar. El incómodo socio del misticismo de Schulz es Drohobycz (una ciudad pequeña en las inmediaciones de Lvov), que Schulz no escogió, del mismo modo que uno no escoge su cuerpo, sus genes, ni tener o no pecas. Schulz nació en Drohobycz, una ciudad tan modesta como su persona. Su imaginación vivía en Drohobycz, y la imaginación es increíblemente ladina. Es capaz de ensalzar un objeto material real de un modo enormemente ambiguo. Es capaz de enaltecer, aumentar, glorificar y embellecer. Sin embargo, al mismo tiempo, el embellecimiento y el elogio son la fuga más sofisticada, ¡la trampa más elegante del mundo para abandonar nuestra adorada ciudad! Al transformar en un lugar extraordinario y divino la sucia y abarrotada Drohobycz, en la que seguramente sólo eran verdaderamente hermosos los jardines medio silvestres, los huertos, los cerezos, los girasoles y las verjas enmohecidas, Schulz pudo despedirse de ella, consiguió abandonarla.
Logró fugarse al mundo de la imaginación sin ofender a la pequeña ciudad, elevándola, por el contrario, a cumbres singulares. Ahora, hasta Nueva York sabe un poco de Drohobycz, de una Drohobycz que ya no existe; todo a causa de los disparatados subterfugios de la imaginación de un profesorcillo de arte y manualidades.
Sólo ha sobrevivido la Drohobycz creada por Schulz; el viejo casco histórico lleno de comercios judíos y callejuelas retorcidas ha desaparecido de la faz de la Tierra. Ya sólo existe la Drohobycz soviética, muy probablemente una obra maestra del realismo socialista.
Entre los objetos de contemplación predilectos de Schulz se encuentran las estaciones del año, especialmente a su paso por ciudades adormiladas y provincianas. La capital lleva su propia vida agitada y narcisista, mientras que la provincia es un lugar en el que la civilización, diluida en las periferias, entabla diálogo con el cosmos, con la naturaleza. En el relato «Otoño», Schulz califica el verano como la estación de la utopía, una época del año exuberante y opulenta que promete mucho, pero es incapaz de cumplir sus promesas porque en sus orillas acecha un otoño mezquino y adusto que no guarda el menor respeto por los juramentos hechos durante el estío.
La secuencia de un verano utópico seguido por un otoño cruel y cínico constituye una tentadora metáfora tanto de la vida de Schulz (en su paso de la tensión creadora de su obra a su trágica muerte en el gueto de Drohobycz) como del destino de la literatura europea, que primero se deleita con los placeres de la imaginación para inmediatamente después recibir una doble advertencia de la historia: la Primera Guerra Mundial y el tiro de gracia de la Segunda Guerra Mundial acompañada de sus socios, el genocidio y el vil totalitarismo. La vida y la obra de Schulz sucumben a esta pauta marcada por el verano y el otoño como si el espíritu de la literatura europea necesitara de alguien que, con su destino, confirmara la evolución de los acontecimientos: la desaparición de la era de la imaginación, el advenimiento de la era de la devastación.
El lenguaje de Schulz, sus tesoros poéticos y derrochadores, se caracteriza por exhibir una fabulosa precisión. El lenguaje resuena con esa misma amalgama de cualidades contradictorias que están presentes en el contorno artístico general de Schulz: la unificación de la pasión metafísica con el amor a los detalles, a las cosas concretas, absolutamente individuales.
El poeta alemán Gottfried Benn, nacido seis años antes que Schulz, solía utilizar la expresión «die Ausdrückswelt», «el mundo de la expresión». Este término no alude a ningún grupo determinado ni a ninguna tendencia artística; más bien, caracteriza la obra de aquellos escritores que, con mayor o menor grado de conciencia, sobrevivieron a los tumultuosos años de efervescencia neorromántica y emergieron deslumbrados definitivamente por las posibilidades lingüísticas y expresivas de la literatura. Los escritores marcados por el signo del Ausdrückswelt han quedado prendados del poderío estético del lenguaje y, al mismo tiempo, dependen de la capacidad del lenguaje para entonar la melodía de la vida interior. No esperemos que estos escritores participen en debates sobre la situación en que se encuentra la sociedad.
En la magistral estructura del tejido lingüístico-poético de los escritos de Schulz, aparecen incorporadas las advertencias relativas a la inevitable proximidad del otoño/aniquilación. La sobria Adela recuerda en ciertos aspectos al personaje de Teresa en Auto de fe, de Elias Canetti; la imaginación sufre el asedio de sus enemigos. Así también en sus cartas hay cierta tensión interna; la de un ánimo creador rodeado de enemigos, del tedio de las clases, de las tristes exigencias de la vida. Hay demonios malos y demonios buenos; el mundo está lleno de misterios; el vagabundo oculto en el jardín puede ser el dios pagano Pan. Pero Schulz no es ningún profeta. No pronostica la guerra, no augura su propia muerte. Su mensaje es sutil y se revela únicamente a los lectores confiados en el acto de la lectura. Es inaccesible a los críticos. Schulz era reservado; no proclamaba nada. Era aún más comedido que Kafka. Para él, el arte representaba el placer supremo, un acto de expresión, la amplificación de la mirada, del habla, el acto primordial de ligar cosas otrora muy distantes entre sí. Lo que afirmaba no tenía carácter político, ni siquiera filosófico. Lo que llamamos «filosofía» en Schulz es un pájaro que sólo puede vivir en una jaula, en las cautivadoras frases de su aterciopelada prosa. [Texto publicado originalmente como prefacio a la edición inglesa de Jerzy Ficowski (ed.), Letters andDrawingsof Bruno Schulz, Harper & Row, 1988]
En su edición de hoy martes 18 de mayo el País Digital publica un nuevo artículo sobre este tema: "Nakbah 2010"; su autor es el historiador israelí Ilan Pappe, presidente del Departamento de Historia de la Universidad de Exeter.
Noticias sobre curas y monjas católicos abusadores ha habido muchas en el último tiempo. Pero también ha habido reflexiones de largo alcance sobre las involuciones de la Iglesia Católica a partir de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sobre el tema he elaborado una lista con artículos que yo juzgo absolutamente imprescindibles. Aquí va:
Del teólogo suizo Hans Küng, ex compañero de estudios del actual papa, recomiendo:
EL ARTE DE LA RESURECCIÓN, de Hernán Rivera Letelier, premio Alfaguara 2010
por MARÍA A. LEMA
Justo quince años después de la primera edición de "La Reina Isabel Cantaba Rancheras" y luego de tantas novelas con personajes inolvidables, Rivera nos vuelve a su desierto, esta vez a una mezcla de historia y fabulación, basada en un personaje nuestro, chilensis, pero de nuestra historia cotidiana, aquella de los pequeños acontecimientos que nadie consigna y que finalmente salen del recuerdo de la gente y se pierden en el olvido: la historia de Domingo Zárate Vega, el llamado Cristo del Elqui; polémico personaje que durante 22 años recorrió los caminos de Chile cumpliendo una sagrada promesa: predicar el evangelio.
El texto comienza con dos referencias importantes y contrapuestas sobre este personaje, los Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui, de Nicanor Parra y una carta escrita por el Obispo de La Serena, en 1931.
Diferentes narradores nos van adentrando, a través de los 29 capítulos que estructuran esta historia, en los avatares de este solitario, vilipendiado y a la vez alabado “… Cristito de conventillo…”, avatares que se entrecruzan con los de otros interesantes y bellos personajes, como Magalena (sic) Mercado, el Loco de la escoba, el vendedor de pájaros, etc. y con otros, que nos sorprenden saliendo de las páginas de sus anteriores novelas y se nos aparecen o son mencionados en ésta, como el mismo Vendedor de pájaros.
A medida que avanzamos en su lectura empezamos a detectar un claro paralelismo entre los sucesos que acontecen al Cristo de Elqui y ciertos pasajes bíblicos que van refrendando su apostólica vida y convenciéndolo de que su misión es de predicción divina.
Es curioso como este personaje del Cristo de Elqui nos remite a nuestras actuales campañas electorales, donde los candidatos, también recorriendo el país, van juntando electores y ofreciendo milagros que a muchos nos parecen un chiste de mal gusto, pero con la diferencia que al Cristo de Elqui le animaba un convencimiento absoluto de su santidad y con otra gran diferencia, las mentiras de estos políticos, no preocupan para nada a nadie, ni menos a nuestra Iglesia, como sí lo fue en los tiempos de Zárate.
Como en su novela “Santa María de las Flores Negras”, Rivera Letelier logra conciliar la historia verdadera de este personaje, consignada en sus propios libros y en los medios de prensa de la época, con las historias del día a día de sus personajes ficticios, empampados en ese bello y a la vez desolado desierto salitrero, donde siempre la realidad de hombres y mujeres será asombrosamente extraordinaria y desbordante y de donde este autor exprime a fondo la memoria de sus habitantes y la suya propia.
Dedicado a mis amigos que viven en el norte de Chile, fuera de la zona de catástrofe o en otros lugares del mundo.
Queridos amigas y amigos, se han salvado de una grande. Nuevamente nuestras nunca bien ponderadasplacas de Nazca y la Sudamericana se han visto en la necesidad de acomodarse, de desplazarse, no un poquito, sino se han pegado un empujón que han dejado a medio Chile mal parado o, lisa y llanamente, en el suelo.
Entre la experiencia vivida a tres semanas de este megaterremoto y con la cabeza llena de tanta información que nos llega por las vías menos imaginables, me encuentro con un pupurrí de hechos de todo tipo… unos muy tristes, que te producen la impotencia de saber que sólo podemos aportar cada uno, un granito de arena. Otros hechos, suscitados por esta tragedia,nos han desconcertado y hemos quedadode una pieza, con una expresión similar a la de Mafalda… Otros, ya solamente nos han provocado risas, risas nerviosas y también dolorosas, que nos demuestran lo que realmente es este país tan exitoso, tan rimbombante y deshumanizado… Como dice el pesado de Fernando Villegas “… este país que no queremos”.
Ni hablar de las comunicaciones… me di cuenta que al parecer recién estamos saliendo de las señales de humo, que los miles de móviles hipermodernos que circulan son, en emergencia, como los famosos celulares de palo que estuvieron en boga hace un tiempo… cuando recién estaban apareciendo y servían sólo para tirar pinta.
En el momento de la tragedia ni nuestra Presidenta tuvo acceso a su utilización.
La energía eléctrica desapareció y en muchos barrios y comunas de Santiago, sólo se alumbraron, por varios días, con tímidas velas, porque las linternas se agotaron, pero a partir del día posterior al del terremoto… así somos.
De la electricidad en las zonas más afectadas, ni hablar… claro, habrán dicho las pinches empresas que la distribuyen, para qué querrán luz si ya no tienen ni casa… y aquí estamos rezando para que el apagón o Black out como le llaman, que nos aconteció a dos semanas del terremoto y que dejó como loro en el alambre a miles de “clientes”, no se vuelva a repetir.
Los comentarios sobre el tema de la construcción y distribución de las viviendas de emergencia han sido de lo más variados: que las casas de emergencia son una mierda, dijo un alcalde y que las devolvería… Que no son tanto porque igual abrigan y no estamos como los cavernícolas, dijeron otros; que las casas rusas que llegaron son las mejores, pero son poquitas; que las prefabricadas canadienses que instalaron en Colina no tienen madre, pero son más caras; que el adobe es una cagada y se fue todo el patrimonio arquitectónico a las pailas… que no es ninguna cagada porque sólo necesita un entramado de mimbre...dicen los arquitectos y así, todo el mundo pelea y no se pone de acuerdo… y la gente, allá, en el sur, arriba de los cerros, rezaquetereza para que le entreguen lo que sea, para que los cabros chicos que se salvaron del maremoto no se mueran, ahora, de frío.
Ni hablar de las informaciones desde las autoridades, que si no fueron a destiempo, no fueron y eso ha costado cientos de vidas.A estas alturas, ya por cualquier movimiento la gente corre a los cerros. Entre correr y no correr, más vale equivocarse... dicen… y los pescadores, con su conocimiento ancestral son los que más vidas han salvado… Pero la cosa no para ahí, hace unos días un canal de televisión nacional hizo una entrevista callejera y la pregunta era: ¿qué es un tsunami? y adivinen….chanchaaaan, casi nadie sabía!!! Y seguimos enseñando a los cabros chicos tonteras intrascendentes, que las olvidan después del recreo.
Bueno, del cambio de mando en medio de las réplicas más fuertes, habría tema para mucho…Ya todos Uds. habrán visto en los informativos las caras entre nerviosas y aterradas de los invitados nacionales e internacionales, parlamentarios y otros. El nerviosismo que le jugó chueco a medio mundo, incluidos Presidenta que salía y Presidente que entraba, problemas con las bandas, con la piocha de O`Higgins? Que no tenía el gancho y se les cayó un par de veces; el protocolo se esfumó y Piñera terminó ahí mismo escribiendo la toma de juramento de su gabinete… en fin; mientras tanto casi nadie se daba cuenta mucho de todo esto porque estaban pendientes de las lámparas que amenazaban con su ruido y vaivén.Como si fuera poco, fuera del edificio del Congreso todos corrían a los cerros, porque la autoridad daba alerta de tsunami.Como dijo Matías de los Ríos en Tolerancia Cero: una vez másel congreso y sus parlamentarios no se enteran de lo que pasa fuera de su insigne edificio.
El tema de las inmobiliarias que se están haciendo las locas frente a los que aún pagan dividendos por sus departamentos que están en el suelo, lo dejaremos para otra ocasión porque está demasiado peludo… Ojalá, entre réplica y réplica, se resuelva… a favor de los damnificados, desde luego.
Amigas y amigos, así están las cosas por acá... Lo importante es que al parecer todo el mundo está ocupado y urgido y nadie se aburre, ni siquiera nuestro hiperventilado Presidente Sebastian Piñera, que no deja trabajar a sus ministros y él está haciendo todo, todito, porque así se asegura que las metidas de pata corran sólo por su cuenta y nadie le pele a su empingorotado gabinete.
Desde este Santiago que no está tan a mal traer, por lo menos de Plaza Italia para arriba, les saluda con cariños.
Informa la agencia EFE que el cantautor francés JEAN FERRAT, uno de mis favoritos, ha muerto. El parte noticioso dice:
“El cantautor francés Jean Ferrat murió el sábado 13 de marzo, a los 79 años de edad. Era uno de los últimos representantes de la ‘chanson’ más política.
Ferrat nació en el 26 de diciembre de 1930, en la región de París. De nombre real Jean Tenenbaum, cambió su nombre al ser deportado su padre, un judío, por los nazis. Ferrat comenzó en la música tocando la guitarra en una orquesta de jazz. En 1956 puso música al poema de Louis Aragon ‘Les Yeux d’Elsa’, la canción que fue interpretada por André Claveau, uno de los más populares cantantes de la época.
Con ‘La môme’, publicada en 1960, Jean Ferrat empieza a hacerse un nombre en la chanson. Tres años más tarde llega, con gran éxito comercial, ‘Nuit et brouillard’, y en 1964 publica una de su más populares canciones, ‘La Montagne’. En 1965 ve la luz ‘Potemkine’, canción dedicada a la rebelión del acorazado Potemkin de la armada rusa, en 1905.
“Ferrat chante Aragon”, álbum aparecido en 1970, vende en un año un millón de ejemplares. Poco después anuncia su retirada de los escenarios, que hará efectiva en 1973. Con ‘La femme est l’avenir de l’homme’, de 1975, logra otro de sus mayores éxitos, comparable a ‘La montagne’.
Retirado en Antraigues-sur-Volane, un población de unos quinientos habitantes, espacia cada vez más la publicación de discos. En 1980, para conservar el control de su producción, en manos de Polygram hasta ese momento, regraba sus ciento veinte canciones, que son publicadas en una caja.
1 Navegando por la página web de RADIOCABLE, me topé con este precioso trabajo de animación sobre el origen del Universo. Es un ejemplo más de las maravillas que se pueden hacer con las nuevas tecnologías, si se usan estéticamente y no sólo como simples vehículos de información.
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Revisando las secciones de opinión del diario EL PAÍS DIGITAL, hallé este interesantísimo artículo acerca de cómo Internet cambia nuestras vidas y, al mismo tiempo, introduce cambios profundos en la cultura. A leer, pues "Más perdidos que el Quijote y Emma Bovary", del escritor Jesús Ferrero.
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Por último, MONDOMIX nos acerca con el siguiente video a un sistema solar que nada tiene que ver con la música de las esferas. Se trata más bien de una fusión de ritmos y colores en una tierra de poderosa cultura musical, Colombia. Hasta una próxima.
Soy un fiel lector del profesor alemán de filosofía Rüdiger Safranski; digamos que sus libros atraen gracias a algunas condiciones indispensables, muy apreciadas por el lector receptivo y atento. Vamos por partes: primero destacaría, el tono. En sus ensayos Safranski crea la sensación de que nos está hablando, de tal modo que llegamos a pensar que estamos participando de una sus entretenidas clases en la Universidad Libre de Berlín. Este tono conversacional es ya el primer rasgo anti-académico de sus libros. Segundo, en éstos Safranski rehúye la especialización y apuesta por entregarnos el tema filosófico de sus ensayos conectado con otros saberes, enriqueciendo nuestra visión. Estamos aquí en presencia del enciclopedismo, don que poseen poquísimos académicos de la hora presente.
Que Rüdiger Safranski es un hombre más cerca del diálogo que de la perorata académica rígida y unidimensional, puede comprobarse también en el inaudito –y por eso mismo saludable- programa televisivo “EL CUARTETO FILOSÓFICO”, del canal alemán ZDF. Aquí, el estudio de televisión se ha convertido en un auténtico teatro de las ideas, animado por Safranski mismo y el filósofo Peter Sloterdijk. En la última edición del programa, el tema en discusión fue “La política del papa Benedicto XVI.”
¿Por qué Safranski es un verdadero maestro del ensayo? Porque es coloquial sin ser anecdótico y porque es enciclopédico sin aburrirnos ni aplastarnos con su conocimiento; al revés; sus libros son al mismo tiempo el retrato vivo de un filósofo y el fresco multifacético y orgánico de una época; todo, respaldado por investigaciones sumamente rigurosas. Recomiendo, pues, con mucho entusiasmo, la lectura de tres de sus ensayos dedicados a grandes filósofos europeos. Advierto que no es necesario abordarlos en orden cronológico; yo, por mi parte, empecé con “Nietzsche, biografía de un pensamiento” y seguí con el impresionante “Martín Heidegger, un maestro de Alemania” y en estos momentos estoy leyendo “Schopenhauer o los años salvajes de la filosofía”.
Por último ¿qué tienen de común estos tres cerebros? Que para hacerse filósofos tuvieron que pelearse con la familia. El padre de Heidegger había decidido de antemano para su hijo la carrera eclesiástica: Martincito sería cura católico de pueblo; el progenitor de Nietzsche ansiaba para su retoño algo parecido: Fredrich estudiaría teología y se nos haría pastor de oveja protestante sin salir de la aldea. ¿Y Schopenhauer? Según los planes, el joven Arthur estababa predestinado al mundo de los negocios, pues su padre soñaba para él una exitosa carrera de comerciante. Ah, la familia, la Sagrada Familia.
Comparto con mis lectores este tesoro musical recién descubierto. Ballaké Sissoko, notable intérprete de kora, y el violoncelista Vincent Segal han decidido trabajar juntos; el resultado ha sido el disco "Chamber Music", del que el siguiente video es una promoción.
Una lectura atenta de los análisis post-electorales en la prensa no oficial nos conduce a una recurrente lamentación presa de contrasentidos. Por una parte, esta prensa se lamenta a grandes voces del triunfo de Piñera y acusa a la Concertación de haberle abonado a éste su camino a la presidencia; por otra, en esta misma prensa se insiste al mismo tiempo hasta la majadería que la Alianza por Chile y la Concertación son una y la misma cosa, puesto que ambos conglomerados han sido sostenedores del proyecto pinochetista que ha combinado en estos últimos veinte años un neoliberalismo a tajo abierto en lo económico con una democracia protegida en lo político.
Ahora bien, si Piñera a todas luces representa la continuidad de un modelo de sociedad transado en las postrimerías de los años ochenta, ¿a qué se debe la alharaca de unos y otros de verlo hoy triunfante como presidente electo? Tampoco entiendo muy bien por qué en la prensa crítica hay una fijación por dirigir sus dardos contra Sebastián Piñera como persona; ¿es que la situación sería distinta con Lavín, Espina o Jovino Novoa en la presidencia? Por otra parte, ¿no es acaso cínico y ridículo a la vez que la Concertación haya hecho un llamado a formar un solo frente opositor contra Sebastián Piñera, sabiendo que se trata de un miembro de su propia familia? No olvidemos, por favor, que esa “política de los acuerdos” tan mentada en estos días alude justamente a aquellas ocasiones en que demócratacristianos y socialistas se sentaron –no pocas veces- en torno a una misma mesa con Sebastián Piñera y compañía, y negociaron con éstos gran parte de las políticas nefastas que los chilenos aún padecen. Por lo tanto, nada tendría de extraño o escandaloso que algún conspicuo personero de la Concertación pasara a formar parte del futuro gobierno de la Alianza por Chile.
También, es de sumo provecho recordar hoy que esa política de los acuerdos hizo de la Transición chilena una seguidilla de gobiernos cívico-militares, como queda brillantemente demostrado en el libro de Ascanio Cavallo, “La historia oculta de la Transición.” Espero que tengamos presente en la memoria el co-gobierno cívico-militar de Patricio Aylwin, en el que Pinochet se dio el lujo de montar un enclave autoritario con poderes de facto que forzó a un periodo de componendas y arreglines, en el que brilló, entre otros, Enrique Correa, el más grande negociador socialista de todos los tiempos. Para nadie, entonces, puede ser un misterio -salvo para un cerril y senil P. Aylwin- que las legislaturas que van desde él mismo hasta la de Bachelet no son sino sucesivos co-gobiernos de las dos formaciones binominalmente en ejercicio, co-gestores (¿cogoteros?) además de un modelo heredado y sucesivamente consensuado, de modo que las diferencias que pudiera haber en torno a su manejo y desarrollo han sido puramente retóricas.
Sobre el modelo finalmente resultante e impuesto ya se ha escrito bastante; sin embargo, yo quisiera añadir mis propias reflexiones, aun a sabiendas de que este asunto ha sido abordado con mayor agudeza y autoridad por polemistas como Diamela Eltit(ver su artículo “Costos ycastas: Chile, el paraíso más enfermo del consumo” ) y Lavín Mujicaen el enjundioso “Claves filosóficas para entender la sed de poder de Sebastián Piñera”.
Yo diría que el neoliberalismo debilita pero no siempre hasta el límite de la pobreza. El neoliberalismo avasalla, aplasta, arrasa y disgrega hasta reducir a sus “enemigos internos” a un estado de precariedad a todo nivel y en todo terreno. Así, las modernizaciones “refundacionales” emprendidas por Pinochet y los civiles a su cargo, y “retocadas” en las últimas dos décadas por sus herederos, nos han dejado un CHILE PRECARIO implantado a lo largo y ancho de todo su tejido social; por ejemplo, en el político (democracia protegida, binominalismo); en el económico (privatizaciones, “flexibilidad laboral”, AFP); en el educativo(municipalización, control ideológico, segregación escolar) y en lo cultural (domesticación, banalización, farándula). El neoliberalismo pretende que la precariedad creada resulte irremontable y que las “ventajas comparativas” conseguidas gracias a aquélla” sean –ojalá-imperecederas. En este marco, ¿cuál ha sido el aporte de la Concertación? Ni más ni menos que el de haber evitado que el modelo neoliberal se orientase hacia el abismo de una pobreza irreversible, re-orientándolo hacia una precariedad soportable, lo que constituye una re-interpretación “humanista” del neoliberalismo, forzándolo a disminuir o disimular sus CHOREOS monumentales hacia arriba y obligándolo a soltar sus CHORREOS hacia abajo; de allí los bonos de unos y de otros, lo que yo llamo ‘la sociedad precaria bono-factora’, sobre la que tanto han escrito, entre otros, los ensayistas Alain Touraine y Vidal-Beneyto.
Después del 17 de enero, hemos venido escuchando voces concertacionistas llamando a la refundación del conglomerado (Carolina Tohá); también hay llamados a remozar los partidos que lo integran como un paso más hacia la renovación. Sin embargo, esperar cambios ideológicos en su interior y creer, por ejemplo, que el triunfo de Piñera forzará a la Concertación a desplazarse bruscamente hacia la izquierda es sumamente ingenuo. Lo es también pensar que ahora aquélla recibirá en su seno a nuevos partidos. En verdad, dentro del esquema binominal vigente, la Concertación no necesita de cambios de ningún tipo; más bien, tiene futuro, y mucho, independientemente de refundaciones improvisadas y rejuvenecimientos perentorios. Sería además una ingenuidad tremenda esperar de la Concertación una autocrítica o siquiera pedírsela. Lágrimas habrá, pero serán de cocodrilo; como las vertidas en el Museo de la Memoria, puesto que Frei Ruiz- Tagle, años antes, se había negado a recibir en la Moneda a dirigentes de Derechos Humanos. En fin, el Museo es el último gesto “progresista” de una Bachelet saliente, lo que muchos interpretarán como un ‘bono de reparación’ a falta de justicia.
En el futuro, la Concertación se enfrentará a una sola amenaza: la de un escenario político de grandes movilizaciones sociales de protesta que obliguen a plebiscitar la Constitución pinochetista de 1980, con la esperanza de reemplazarla por una Carta Fundamental genuinamente democrática que ponga fin, entre otros puntos, al sistema binominal y lo sustituya por uno proporcional que asegure en el Parlamento la diversidad ideológica, donde no sólo la Izquierda pueda expresarse sino también el así llamado “progresismo” con el cual Frei Ruiz-Tagle se llenó tanto la boca durante su campaña presidencial. Ahora bien, para mitigar esta amenaza o distraerla, vemos ya que la Concertación ha optado por la poco sutil táctica de las “infiltraciones pactadas”. Así, en el Parlamento de la era-Piñera que se inicia en marzo habrá tres diputados del Partido Comunista.
¿Qué ocurrirá si la estratagema de la infiltración se hace “sistémica” y tanto la Izquierda como el progresismo se apartan de la tarea verdadera que les corresponde? Bueno, se formarán colas de “infiltradores” a la espera de su turno y es posible que hasta el mismísimo “Rumpy” llegue así algún día a ocupar una silla “grado tres” en el Senado. Con esta práctica, entre desesperada y picaresca, le estaremos diciendo adiós a las urgencias de una Asamblea Constituyente en pro de una nueva Constitución. Además, con una izquierda y un progresismo enredados en el proceso de infiltrarse permanentemente en el duro cuero de chancho del sistema binominal, se le estará haciendo un gran favor al exitoso galán de la teledemocracia chilena, Marco Enríquez Ominami, pues si éste fue capaz de conseguir en menos de seis meses el 20 por ciento del electorado, bien podría sorprendernos con un jugoso 51% en las presidenciales del 2014. Por lo tanto, Ominami podría gobernar completamente solo, como aquel monarca del “Principito” sin súbditos ni asesores en un reino devastado.
Reviso una y otra vez la prensa chilena digital progresista y de izquierda, y en ninguna parte vislumbro siquiera un análisis de los caminos a seguir. Toda la maquinaria crítica va dirigida contra la Concertación, el neoliberalismo y contra Sebastián Piñera. En toda esta prensa izquierdista descontenta, criticona y plañidera hay un escamoteo, un leve gesto de autocensura. Siento que la cuestión de fondo no surge, no aparece por ningún lado. Para mí, las preguntas esenciales son éstas: ¿Por qué, en veinte años, la izquierda representada en el Juntos Podemos Más y el progresismo que gira en torno a él, no han podido convertirse en una alternativa de gobierno? ¿Por qué, en términos electorales, éstos no han pasado, en dos décadas, del cinco por ciento? ¿Por qué las ideas de esta izquierda y de este progresismo no han podido convertirse en una cuestión nacional? ¿Cómo explicar su marginalidad? ¿Por qué estas ideas tan sensatas y justas no prenden en los sectores populares? ¿Por qué posiciones progresistas y de izquierda han ganado bastante terreno en Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador pero no en nuestro país?
Hagamos un poco de historia para percibir con mayor nitidez el drama que nos ocupa. Poco antes del Golpe, el 4 de septiembre de 1973, en la que fue la última concentración de apoyo al gobierno de la Unidad Popular, Salvador Allende convocó en Santiago a un millón de adherentes, es decir, tres o cuatro veces más del apoyo que la Izquierda ha tenido A NIVEL NACIONAL en las elecciones de los últimos años. Y si de elecciones estamos hablando, recordemos que en 1970 la Izquierda llegó al gobierno con una votación del treinta y seis por ciento. Luego, en las parlamentarias de marzo de 1973, el apoyo ciudadano ascendió al cuarenta y tres. Por desgracia, es necesario medirse de cara a estos parámetros y no ante el reciente y paliducho seis por ciento de Jorge Arrate, quien canoso y melenudo ha querido convertirse, bien intencionadamente por cierto, en el Allende del siglo XXI. Sin embargo, una cosa es el voluntarismo y muy otra, el desarrollo de una FUERZA PROPIA, de la que la Izquierda de hoy está huérfana y desposeída. ¿Por qué?
Convengamos en que el golpe militar de 1973 no sólo significó el derrocamiento de un gobierno democráticamente elegido; con aquél, la burguesía chilena se propuso desterrar para siempre de suelo chileno las ideas de igualdad y solidaridad, en un proyecto oligárquico de hacer imposible el retorno al país por muchos años de las ideas de justicia social; también, el de provocar en ellas su debilitamiento al máximo y el de postergar permanentemente su recuperación, sometiendo al ideario de izquierda y progresista a una constante dispersión y deshilachamiento. Ahora bien, si un estado de esta naturaleza es reversible, ¿dónde nos encontramos hoy y qué estamos haciendo?
Digamos, finalmente, que una fuerza propia y la cultura política que la acompaña no se construyen de la noche a la mañana. Entre la fundación por los obreros Abdón Díaz y Maximiliano Vera de la primera mancomunal obrera en 1902, en Iquique, y la victoria de la Unidad Popular en 1970 median casi setenta años de lucha incesante del Movimiento Obrero y Popular, teñidas de triunfos y derrotas; conquistas y retrocesos; de matanzas y resurrecciones. Pero el dato es irrefutable: se requirió más de medio siglo para que la Izquierda insertara en el corazón de la sociedad chilena la cultura por el cambio, la necesidad de construir una sociedad más justa e igualitaria. Salvador Allende, cuyo ideario político es además un método de trabajo, sostenía que más importante que conquistar votos era ganar conciencias, con lo cual engarzaba el trabajo político con la creación de una cultura por la transformación, tarea frente a la cual los chilenos nos volvemos a encontrar más de un siglo después, como si nos halláramos en el Norte Grande en los mismísimos albores del siglo veinte, en un descampado o desierto con toda una OBRA GRUESA por hacer y con los materiales de construcción y los recursos humanos a la vista. Edgar Morin lo ha dicho mucho más claro que yo en “El elogio de la metamorfosis”. Cito:
“El socialismo nació en algunas mentes autodidactas y marginalizadas del siglo XIX, para convertirse en una formidable fuerza histórica en el XX. Hoy, hay que volver a pensarlo todo. Hay que comenzar de nuevo. De hecho, todo ha recomenzado, pero sin que nos hayamos dado cuenta. Estamos en los comienzos, modestos, invisibles, marginales, dispersos. Pues ya existe, en todos los continentes, una efervescencia creativa, una multitud de iniciativas locales en el sentido de la regeneración económica, social, política, cognitiva, educativa, étnica, o de la reforma de vida. Estas iniciativas no se conocen unas a otras; ninguna Administración las enumera, ningún partido se da por enterado. Pero son el vivero del futuro. Se trata de reconocerlas, de censarlas, de compararlas, de catalogarlas y de conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Son estas vías múltiples las que, al desarrollarse conjuntamente, se conjugarán para formar la vía nueva que podría conducirnos hacia la todavía invisible e inconcebible metamorfosis.” Y tú, Izquierda mía, ¿estás ahí? ¿O tendremos que morirnos en un país sin nombre, sin casa y sin nada?